Otras frases y poemas

Otros frases y poemas

Lo mejor es enemigo de lo bueno.

Sólo envejecen los años que se quedan con nosotros, y no los que pasan

Porchia

La experiencia es algo que se adquiere cuando ya no se necesita.

Nunca te quejes.

Nunca te quejes de nadie, ni de nada
porque fundamentalmente tú has hecho
lo que querías en la vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo
y el valor de empezar corrigiéndote.

El triunfo del verdadero hombre surge
de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntala con valor y acéptala.

De una manera u otra es el resultado de tus actos.
No te amargues de tu propio fracaso
ni se lo cargues a otro, acéptate ahora…
Recuerda que cualquier momento es bueno
para comenzar y que ninguno es tan terrible
para claudicar.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado
así como la causa de tu futuro será tu presente…
Aprende a nacer desde el dolor
y a ser más grande
que el más grande de los obstáculos…

Tú mismo eres tu destino.
Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de tu vida,
decídete y triunfarás en la vida:
nunca pienses en la suerte,
porque la suerte es:
“el pretexto de los fracasados”.

Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda

Los Amorosos.

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Jaime Sabinés.

Elegía a Ramón Sijé

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo
Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández

Gracias al Amanecer de la Vida

A mis Padres

Querida Mamá:
Tomo la vida de ti, toda, entera,
con lo bueno y lo malo,
y la tomo al precio entero que a ti te costó
y que a mí me cuesta ahora.
La aprovecharé para alegría tuya
(y en tu memoria).
No habrá sido en vano.
La sujeto firmemente y le doy la honra,
y, si puedo, la pasaré, como tú lo hiciste.
Te tomo como mi madre,
y tú puedes tenerme como tu hijo / tu hija.
Tú eres la Verdadera para mí, y yo soy tu verdadero hijo / hija.
Tú eres la grande y yo soy el pequeño / la pequeña.
Tú das, yo tomo.
Querida Mamá:
me alegro de que hayas elegido a Papá.
Vosotros sois los únicos para mí. ¡Sólo Vosotros!

Querido Papá:
Tomo la vida de ti, toda, entera,
con lo bueno y lo malo,
y la tomo al precio entero que a ti te costó
y que a mí me cuesta.
La aprovecharé para alegría tuya
(y en tu memoria).
No habrá sido en vano.
La sujeto firmemente y le doy la honra,
y, si puedo, la pasaré, como tú lo hiciste.
Te tomo como mi padre,
y tú puedes tenerme como tu hijo / tu hija.
Tú eres el Verdadero para mí, y yo soy tu verdadero hijo/hija.
Tú eres el grande y yo soy el pequeño / la pequeña.
Tú das, yo tomo.
Querido Papá:
me alegro de que hayas elegido a Mamá.
Vosotros sois los únicos para mí. ¡Sólo vosotros!

Bert Hellinger