¿Qué es el trastorno bipolar?
Las personas que tienen trastorno bipolar son sensibles, afectuosas, preocupadas por la relación con el otro, y generalmente, abiertas y expresivas.
Precisamente, el trastorno bipolar es un trastorno afectivo. Sufren una inestabilidad del estado de ánimo que se caracteriza por fases de manía y de depresión, de diferente intensidad, que pueden durar de días a meses.
Los episodios de manía se caracterizan por la euforia y/o por un exceso de irritabilidad. Suelen ser fases donde estas personas se sienten bien, muy-muy bien, exultantes, y olvidan que la causa de esa euforia es una enfermedad. Sin embargo, la familia y amigos los ven acelerados, sin dormir, sin parar de hablar, sin dejarse interrumpir, con una risa exagerada, con una ira sin desencadenante, con unos ojos que transmiten que nadie les puede entender ni entrar en su mundo: ellos son los afortunados, los elegidos por ese sentimiento gozoso. Pueden vender todas sus pertenencias e invertir el dinero en nuevos proyectos que presienten formidables, hacer compras desmesuradas, o tener pensamientos de que son seres especiales.
Los episodios de depresión se caracterizan por un bajo estado de ánimo, desgana, abandono personal y social, pérdida de interés por las cosas, merma de placer en las actividades que antes producían satisfacción, cansancio, fatiga y dolores corporales. Sus sentimientos pueden ser de tristeza, sus pensamientos, de desvalorización e inutilidad. Pero, sobre todo, lo que se percibe es una falta de cuidado personal, de hábitos de higiene, un abandono de toda actividad, un aislamiento del mundo exterior, una ralentización a la hora de responder y de hacer. A veces desean morir. Otras veces intentan morir. En ocasiones lo consiguen.
A veces, también, pueden sufrir episodios mixtos, con síntomas de fases de manía y de depresión. La persona se ríe y al momento se pone a llorar. No puede dormir, y le invade el bienestar a la vez que no encuentra un sentido a la vida. Tiene angustia, inquietud, busca algo sin saber el qué, no puede parar, pero a su vez se siente triste. Disforia, labilidad emocional. La persona no sabe cómo está, ni tampoco sabe estar.
Existen varios tipos de trastorno bipolar:
- Trastorno Bipolar I
Se caracteriza por haber sufrido al menos uno o más episodios de manía (euforia). Generalmente, la persona también ha sufrido uno o más episodios depresivos. - Trastorno Bipolar II
Se caracteriza por haber sufrido uno o más episodios depresivos y al menos un episodio hipomaniaco (euforia y estado de ánimo elevado que no ha tenido por qué requerir ingreso). - Ciclotimia
Se caracteriza por episodios leves y fluctuantes de depresión e hipomanía que duran al menos 4 días, pero que se repiten en la historia de la persona.
Entre fases
En muchas de las ocasiones, los episodios requieren el ingreso en una planta de psiquiatría. Generalmente inducidos por los familiares. Por eso es fundamental que éstos aprendan a detectar los síntomas y valorar en qué momento se hace inevitable el ingreso. Se trata siempre de una decisión dolorosa, pero a veces es la única decisión acertada.
Aunque los episodios remiten, algunas veces, no siempre, quedan síntomas que siguen dificultando la vida del paciente. Se llaman síntomas subsindrómicos. Estos síntomas se parecen a los sufridos durante los episodios de manía o depresión, pero en menor intensidad y con una cualidad menos arraigada. Tristeza inmotivada, mirada perdida y un sobreesfuerzo para sobrellevar el día a día. Una alegría al cuadrado, y un exceso de ganas por hacer demasiadas cosas. Por supuesto que estos síntomas complican, en cierta medida, el que la persona retome su vida habitual.
A ello se suman los posibles efectos secundarios que a veces conlleva la imprescindible medicación pautada. Sentirse un poco más lento de lo normal, o con cierta somnolencia, son efectos comunes que se toleran bien, pero que le hacen preguntarse a la persona por qué ya no es la de antes.
¿Cómo tratar el trastorno bipolar?
Hasta hace pocos años, el único tratamiento para el trastorno bipolar era farmacológico. Se toman estabilizadores del humor, antipsicóticos, antidepresivos, y/o ansiolíticos, con el fin de regular adecuadamente las sustancias químicas del cerebro. Cada tratamiento es individualizado, y no todas las personas necesitan el mismo fármaco ni las mismas dosis. Este tratamiento tiene que ser regulado, ajustado y seguido por un médico psiquiatra.
Hoy en día, se ha visto que el tratamiento farmacológico es necesario, pero no suficiente. Debe ir acompañado por un tratamiento psicológico adecuado, bien individual, bien grupal. Este tratamiento tiene que estar basado en técnicas de psicoeducación, la terapia cognitivo-conductual, y la terapia interpersonal y del ritmo social. Debe abarcar aspectos como informar a la persona para que tenga conciencia de la enfermedad con la que vive y los cuidados que requiere, así como aspectos para mejorar el afrontamiento de su vida diaria, aumentar su autoestima y habilidades sociales, planificar su tiempo libre y mejorar su calidad de vida. También es importante acompañarlo por una terapia familiar para que los allegados dispongan de una adecuada información sobre la enfermedad y que mejoren el apoyo y la relación con la persona que sufre trastorno bipolar.
Está comprobado que un adecuado tratamiento combinado (farmacológico y psicológico) ayuda a prevenir recaídas, reduce las hospitalizaciones y mejora la adaptación de la persona a su vida cotidiana garantizando la calidad de la misma.
Toda esta información se puede ampliar en los libros que hemos publicado sobre trastorno bipolar: “Trastorno bipolar: el enemigo invisible. Manual de tratamiento psicológico” (Ana González Isasi, 2011) y “Ojos que sí ven. Soy bipolar” (Ana González Isasi y Aníbal Malvar, 2011).