Esencia y Personalidad
Estamos en un mundo que nos exige tener roles y llevar diferentes disfraces continuamente, y al final, terminamos por creernos que somos aquello que representamos. Nos formamos una identidad con características muy claras cuándo nos preguntan cómo somos, sin darnos cuenta que esto merma nuestras posibilidades y nuestra capacidad de adaptación.
Cuando somos bebés, nacemos con todo el abanico de posibilidades y con todas las características en nosotros mismos. Simplemente somos. En esencia. Poco a poco, crecemos y tendemos a potenciar sólo aquellas características que son más aprobadas por nuestro entorno, primero familiar, y luego, social. Aprendemos a hacer lo que sea, a ser como se espera, para recibir amor.
Aprendemos a juzgar, a creer que unas son buenas y otras malas, y las que nos negamos a nosotros mismos, permanecen en la sombra, sin hacer uso de ellas. Esto suele crear insatisfacción y malestar, ya que no nos permitimos darnos cuenta de lo que nos pasa realmente, por si esa emoción o por si mi conducta ante la circunstancia la considero deplorable.
Suele ser la rabia, el enfado con las situaciones, la agresión necesaria que nos permite darnos un lugar en el mundo. Suele ser comportarme de forma egoísta, expresar mis deseos y necesidades, y decir siempre sí a todo porque «yo soy amable», o sonreír cuando en verdad no nos gusta lo que estamos escuchando. También suele ser creernos que somos torpes o ágiles, listos o tontos, buenos o malos, simpáticos o antipáticos, nerviosos o tranquilos…hasta guapos o feos.
Construimos una personalidad mecánica que nos encorseta, y que nos hace olvidarnos de nuestra capacidad de adaptarnos y de ser y estar de una manera u otra según disponga la situación en mí. Permitámonos explorarnos un poco más, darnos cuenta de lo que sentimos sin juzgarnos, y atrevámonos a jugar a ser un poco diferentes a cómo creemos que somos.
Conectemos con nuestra esencia y nuestra flexibilidad, nada es bueno ni malo, simplemente es. Para tener una buena calidad de vida tenemos que hacernos cargo de nuestras necesidades, darnos cuenta de cómo nos sentimos en todo momento, mirar el entorno y adaptarnos de la mejor manera posible dándonos un lugar.
Seamos auténticos con nosotros mismos, como los niños. Al fin y al cabo, el mejor amor incondicional que existe es el que podemos darnos nosotros a nosotros mismos. Seamos esencia.