El Paso del Tiempo
Estaba yo el otro día viendo unas fotos de mis padres… Mi padre cumplió 90 años, y mi madre está cerca de los 88. Me costaba mucho reconocerles en fotografías de hace 10 años, de momentos que habíamos vivido juntos. Era como si fueran otras personas, como si yo misma, aunque sintiéndome ilusoriamente más permanente, también fuera otra.
A veces queremos atrapar el tiempo con las manos y mantenerlo calentito e inmutable, resistiéndonos a la magia de la vida. Y por mucho que nos esforcemos, todo está en pleno cambio, en plena transformación, escapando absolutamente de nuestro control. Podemos orientarnos y saber hacia dónde queremos ir y quién queremos ser, pero mucho más allá de esto, está la aceptación.
Aceptación de que todo fluye, lo momentos buenos se diluyen, se van, se marchitan, pero a su vez también los malos, y entonces respiramos, como si se pudiera elegir… El tiempo se escurre entre los dedos de nuestras manos como si fuera arena, y lo único que existe es el ahora, el poder del momento. No es el ahora desde un fácil Carpe Diem, es el ahora desde una actitud de plenitud y de presencia.
A veces vivimos entre los maravillosos recuerdos del pasado y entre las expectativas de un futuro, alejándonos así del presente, y presos de una sensación de angustia. Y nuestro hoy, ya nunca más sucede.
Aceptación de la vida en su totalidad, sabiendo que sólo somos viajeros de su tren, y plenitud y presencia en cada momento, es la receta para aceptar el paso del tiempo con una mirada de amor, sabiendo que, de algún modo, todo lo que vivimos permanece en nosotros para siempre.
Como mis padres, como los tuyos, ese hombre y esa mujer, que lo hicieran como lo hicieran, vivos o muertos, trascienden a través de nosotros para siempre.